lunes, 10 de marzo de 2014

Causas y Consecuencias. Henry Ramos Allup. Sin Censura

El Nuevo País, Página 3

        INFORMACIÓN

*** El Secretario General de AD, Henry Ramos Allup, sostiene que el Gobierno sigue en una espiral descendente que no se detiene. Asegura que la actual situación es insostenible tanto para el Gobierno como para la oposición.

    Creo que la Providencia fue generosa con Chávez cuando le dispensó la muerte. Ojalá hubiese estado físicamente presente hoy para que mensurara el tamaño de los daños que su autocracia, megalomanía, terquedades, fobias y complejos le infligieron a nuestro maltrecho país y para que respondiera por las consecuencias de sus odios que hicieron de él no un gobernante sino un vengador.

    Un viejo aforismo latino dice que «la causa de la causa es causa del mal causado». Lo traigo a cita a propósito de tos llamados agónicos que hace el Gobierno a un ''diálogo para la paz", que ellos se produzcan justo y precisamente en momentos cuando el Gobierno tiene el agua al cuello y que provengan de un régimen cuya práctica inveterada ha sido el monólogo, el soliloquio y el desprecio visceral hacia quienes lo adversamos.

    Esto lo digo también para destacar que el Gobierno pretende echarle tierrita a sus malandanzas y nos viene ahora con el truco de que el país ha sido colocado en jaque por las protestas violentas y que las "medidas para garantizar el orden" (eufemismo al que recurre para calificar la represión desmedida de la GNB. la PNB y de los colectivos encapuchados y armados que actúan como punta de lanza), son consecuencia de la actitud subversiva de un sector de la oposición.

    Independientemente del juicio de valor que las diversas formas de protestar merezcan, ni el Gobierno es tan avispado para eludir su responsabilidad ni el país es tan tonto como para no advertir que las protestas no son la causa sino la consecuencia. El malestar es precedente a las protestas. Un país satisfecho no protesta, así como una protesta sin fundamento difícilmente hallaría gente que la respaldara. Hay protestas porque hay razones muy poderosas para protestar.

    Una parte del país demasiado grande, digna de que el Gobierno la hubiera tomado en cuenta en estos 15 años, en vez de despreciarla, venía advirtiendo infructuosamente que en algún momento las consecuencias dramáticas de la implementación de un programa económico absurdo, inspirado a su vez por no menos absurdo fundamentalismo político, se harían sentir.

    Es el fracaso económico derivado de los saqueos y confiscaciones perpetrados por el Gobierno, la quiebra del aparato productivo, la escasez y la inflación, la estigmatización del trabajo productivo y de la empresa privada, el endeudamiento exponencial del Fisco y de PDVSA, el regalo a gobiernos extranjeros de todo de lo que aquí se carece, la corrupción y la ineficiencia de la gestión pública, el hampa desbordada e impune, la inseguridad en todos los ámbitos, el colapso de los servicios públicos, la importación masiva del 70% de lo que consumimos y la falla cada vez más pronunciada de divisas, la moneda convertida en basura, las colas interminables para adquirir alimentos o medicinas y pare de contar han generado un clima cuyas consecuencias políticas materializadas por protestas y manifestaciones mantienen al país en jaque.

    Y ante semejante cuadro, el Gobierno, tan carcelero de sus adversarios políticos como preso de sus propios radicales que le impiden cualquier rectificación, sigue en una espiral descendente que todavía no se ha detenido.

    El Gobierno insiste ahora en dialogar, pero en la excepcionalidad misma de la propuesta en un régimen que hizo de la incomunicación su regia, y aun cuando se aceptara su muy discutible buena fe al asumir una posición que choca con su fundamentalismo, pareciera no darse cuenta que los eventuales destinatarios le sacan el cuerpo porque resulta sumamente difícil asumir el enorme costo político de una conversación con un incorregible, máxime cuando no hay garantía alguna de cumplimiento.

    Además, si llamamos las cosas por su nombre, rememoro lo que durante años he venido expresando, que éste es un régimen militar que cuando Chávez vivía estaba presidido por un militar y ahora lo está por un civil. ¿Cómo se dialoga con quien a falta de palabras tiene cañones y fusiles? ¿Se puede deliberar con una pistola en la nuca? ¿Se puede deliberar con los militares? ¿Los militares son deliberantes?

    Ni siquiera en estas circunstancias me atrevo a poner término al desenlace, pero digo que esto así como está es insostenible para el gobierno, para la oposición y, lo que es más importante, para el país.

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