lunes, 15 de septiembre de 2014

ACCION DEMOCRATICA 73 AÑOS HACIENDO HISTORIA



Al cumplirse un Aniversario más de la Fundación del nuestro Glorioso Partido “Acción Democrática”, nos sentimos profundamente complacidos por todas las actividades que se realizaron a lo largo y ancho del País y en nuestro estado Barinas, fue un 13 de septiembre de 1941 en el Nuevo Circo de Caracas que Acción Democrática inicio su vida política, de ahí en adelante nació el Partido del Pueblo como instrumento de Redención social de las clases populares en Venezuela con mujeres y hombres que dieron su vida por la Consolidación del Sistema Democrático Venezolano, nacimos con Tesis Política y Programática, propia tesis que entre otras cosas planteaba la masificación de un Sistema de Educación de Calidad, la Consolidación de un Sistema de Servicios Públicos eficientes a Nivel Nacional, la Industrialización del País, el Desarrollo de un Sistema de Vialidad tanto Rural como Urbano, así como la Consolidación de una Democracia con Poderes Públicos Autónomos y Responsables.
En nuestro Estado Barinas el legado  de Acción Democrática se refleja en obras como la Universidad que siembra UNELLEZ, Sistema de Riego Guanare-Masparro, Construcción de Viviendas Rurales, Desarrollos Habitacionales como la Urb. Cuatricentenaria, Red de Hospitales y Ambulatorios en el Estado y Consolidación de la Vialidad tanto Urbana como Rural y tantas otras obras que por espacio de texto omitiremos, pertenecientes al legado que nos dejaron nuestros fundadores en el ejercicio del Poder, banderas que seguimos ondeando más allá de los 73 años con orgullo; asumimos nuestros aciertos y con responsabilidad en la rectificación nuestros desaciertos.
Los adecos tenemos que salir a la calle con nuestra propia política, sin complejos de ningún tipo, con la experiencia acumulada a lo largo de estos 73 años de historia, salir con nuestros Símbolos, llamando a la Unidad con propósitos claros para el Progreso y Desarrollo de Barinas, concepto este que seguros compartimos con nuestros aliados de la Mesa de la Unidad Democrática (M.U. D.), sin nerviosismo alguno, para erradicar la polarización que en 15 años ha favorecido al Gobierno.
Los Barineses sacudiremos los temores al ver a una Acción Democrática fortalecida, luchando por los intereses del Pueblo, para salir Democráticamente de esta pesadilla que mal gobierna. Los Acciondemocratistas nos convertiremos en una real alternativa de poder, dejando de ser Bisagra, seguiremos firmes en la Mesa de la Unidad Democrática, solos nadie puede!

martes, 9 de septiembre de 2014

Henry Ramos Allup: Igualar HACIA ABAJO


Una conocida realidad en los procesos sociopolíticos de todos los tiempos, informa que el ser humano siempre ha preferido la igualdad por encima de cualquier otro valor social, incluyendo la democracia y la libertad. Concientes de esa realidad, las revoluciones históricas han insistido en preservarla llegando en muchos casos a sacrificar el conjunto de los demás valores a cuya vigencia los analistas determinan lo que se denomina buen gobierno. Si tomamos por caso la más famosa de las revoluciones, la francesa que se inició en 1789, identificó el valor igualdad no con el aspecto económico que requería la supresión de la desigualdad en las fortunas, hecho que más bien legitimó, sino a la supresión de los privilegios, de la desigualdad en los derechos y en las oportunidades que se fundamentaba en la cuna o la herencia. La parte sensata de esa revolución no se preocupó de hacer más pobres a los ricos y a los de mediana fortuna sino de abrir cauces constitucionales para  que los pobres fueran más ricos de lo que eran teniendo acceso al desarrollo libre de sus aptitudes y capacidades contando, incluso, con el auxilio del Estado para superar sus rezagos históricos. Esa revolución, pues, trató de nivelar o de igualar hacia arriba y por eso sus conquistas se transmitieron y multiplicaron en la posteridad. Si hubiese tratado de igualar hacia abajo seguramente habría fracasado.
Otra famosa revolución, la rusa de 1917, convertida en soviética y comunista hasta su desplome definitivo en 1998, obró en sentido contrario: igualó a todos al mismo nivel, ciertamente, pero hacia abajo, empobreció a los ricos sin enriquecer a los pobres, estableció un bajísimo techo igualitario impeditivo de que alguien pudiera desarrollar libremente sus aptitudes y capacidades porque eso podría producir nuevas desigualdades, pero al mismo tiempo generó una nueva oligarquía con privilegios basados no en la cuna ni la herencia sino en la militancia política, y por ahí consagró la más brutal y odiosa de las desigualdades. Fracasó porque trató de igualar hacia abajo excepto a los propios.
No hace falta comentar lo que ha hecho la revolución chavista en quince años de gobierno: ha tenido éxito pleno en arruinar todo un país, en nivelar a todos hacia la miseria, excepto a los privilegiados de la claque oficialista. Afanados en convencer con hechos y dichos que el valor Patria es el  más importante de todos e incluso incompatible con los productos básicos de alimentación e higiene que ha sido incapaz de garantizar y producir, trata de meter por ahí un falso dilema que la gente no acepta, porque  por experiencia propia sabe que comer, bañarse, cepillarse los dientes, usar desodorante, tener medicinas, electricidad, agua y un mínimo de seguridad personal no es ni puede ser incompatible con patria alguna ni con la democracia ni con la libertad, y que todos estos valores le dicen  poco o nada a un pueblo hambriento que natural e instintivamente se preocupa primero por sobrevivir y después de todo lo demás. Que el gobierno no tenga riñones  de preguntarle a la gente si prefiere este remedo de patria antes que lo que necesita para sobrevivir a duras penas, porque se llevaría la sorpresa de su vida.



Una conocida realidad en los procesos sociopolíticos de todos los tiempos, informa que el ser humano siempre ha preferido la igualdad por encima de cualquier otro valor social, incluyendo la democracia y la libertad. Concientes de esa realidad, las revoluciones históricas han insistido en preservarla llegando en muchos casos a sacrificar el conjunto de los demás valores a cuya vigencia los analistas determinan lo que se denomina buen gobierno. Si tomamos por caso la más famosa de las revoluciones, la francesa que se inició en 1789, identificó el valor igualdad no con el aspecto económico que requería la supresión de la desigualdad en las fortunas, hecho que más bien legitimó, sino a la supresión de los privilegios, de la desigualdad en los derechos y en las oportunidades que se fundamentaba en la cuna o la herencia. La parte sensata de esa revolución no se preocupó de hacer más pobres a los ricos y a los de mediana fortuna sino de abrir cauces constitucionales para  que los pobres fueran más ricos de lo que eran teniendo acceso al desarrollo libre de sus aptitudes y capacidades contando, incluso, con el auxilio del Estado para superar sus rezagos históricos. Esa revolución, pues, trató de nivelar o de igualar hacia arriba y por eso sus conquistas se transmitieron y multiplicaron en la posteridad. Si hubiese tratado de igualar hacia abajo seguramente habría fracasado.
Otra famosa revolución, la rusa de 1917, convertida en soviética y comunista hasta su desplome definitivo en 1998, obró en sentido contrario: igualó a todos al mismo nivel, ciertamente, pero hacia abajo, empobreció a los ricos sin enriquecer a los pobres, estableció un bajísimo techo igualitario impeditivo de que alguien pudiera desarrollar libremente sus aptitudes y capacidades porque eso podría producir nuevas desigualdades, pero al mismo tiempo generó una nueva oligarquía con privilegios basados no en la cuna ni la herencia sino en la militancia política, y por ahí consagró la más brutal y odiosa de las desigualdades. Fracasó porque trató de igualar hacia abajo excepto a los propios.
No hace falta comentar lo que ha hecho la revolución chavista en quince años de gobierno: ha tenido éxito pleno en arruinar todo un país, en nivelar a todos hacia la miseria, excepto a los privilegiados de la claque oficialista. Afanados en convencer con hechos y dichos que el valor Patria es el  más importante de todos e incluso incompatible con los productos básicos de alimentación e higiene que ha sido incapaz de garantizar y producir, trata de meter por ahí un falso dilema que la gente no acepta, porque  por experiencia propia sabe que comer, bañarse, cepillarse los dientes, usar desodorante, tener medicinas, electricidad, agua y un mínimo de seguridad personal no es ni puede ser incompatible con patria alguna ni con la democracia ni con la libertad, y que todos estos valores le dicen  poco o nada a un pueblo hambriento que natural e instintivamente se preocupa primero por sobrevivir y después de todo lo demás. Que el gobierno no tenga riñones  de preguntarle a la gente si prefiere este remedo de patria antes que lo que necesita para sobrevivir a duras penas, porque se llevaría la sorpresa de su vida.
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Una conocida realidad en los procesos sociopolíticos de todos los tiempos, informa que el ser humano siempre ha preferido la igualdad por encima de cualquier otro valor social, incluyendo la democracia y la libertad. Concientes de esa realidad, las revoluciones históricas han insistido en preservarla llegando en muchos casos a sacrificar el conjunto de los demás valores a cuya vigencia los analistas determinan lo que se denomina buen gobierno. Si tomamos por caso la más famosa de las revoluciones, la francesa que se inició en 1789, identificó el valor igualdad no con el aspecto económico que requería la supresión de la desigualdad en las fortunas, hecho que más bien legitimó, sino a la supresión de los privilegios, de la desigualdad en los derechos y en las oportunidades que se fundamentaba en la cuna o la herencia. La parte sensata de esa revolución no se preocupó de hacer más pobres a los ricos y a los de mediana fortuna sino de abrir cauces constitucionales para  que los pobres fueran más ricos de lo que eran teniendo acceso al desarrollo libre de sus aptitudes y capacidades contando, incluso, con el auxilio del Estado para superar sus rezagos históricos. Esa revolución, pues, trató de nivelar o de igualar hacia arriba y por eso sus conquistas se transmitieron y multiplicaron en la posteridad. Si hubiese tratado de igualar hacia abajo seguramente habría fracasado.
Otra famosa revolución, la rusa de 1917, convertida en soviética y comunista hasta su desplome definitivo en 1998, obró en sentido contrario: igualó a todos al mismo nivel, ciertamente, pero hacia abajo, empobreció a los ricos sin enriquecer a los pobres, estableció un bajísimo techo igualitario impeditivo de que alguien pudiera desarrollar libremente sus aptitudes y capacidades porque eso podría producir nuevas desigualdades, pero al mismo tiempo generó una nueva oligarquía con privilegios basados no en la cuna ni la herencia sino en la militancia política, y por ahí consagró la más brutal y odiosa de las desigualdades. Fracasó porque trató de igualar hacia abajo excepto a los propios.
No hace falta comentar lo que ha hecho la revolución chavista en quince años de gobierno: ha tenido éxito pleno en arruinar todo un país, en nivelar a todos hacia la miseria, excepto a los privilegiados de la claque oficialista. Afanados en convencer con hechos y dichos que el valor Patria es el  más importante de todos e incluso incompatible con los productos básicos de alimentación e higiene que ha sido incapaz de garantizar y producir, trata de meter por ahí un falso dilema que la gente no acepta, porque  por experiencia propia sabe que comer, bañarse, cepillarse los dientes, usar desodorante, tener medicinas, electricidad, agua y un mínimo de seguridad personal no es ni puede ser incompatible con patria alguna ni con la democracia ni con la libertad, y que todos estos valores le dicen  poco o nada a un pueblo hambriento que natural e instintivamente se preocupa primero por sobrevivir y después de todo lo demás. Que el gobierno no tenga riñones  de preguntarle a la gente si prefiere este remedo de patria antes que lo que necesita para sobrevivir a duras penas, porque se llevaría la sorpresa de su vida.
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