ENTREVISTA
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o
Caraballeda
(Venezuela)
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7 ENE. 2019 01:34
Juan Guaido, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, durante la
entrevista con EL MUNDO. MARCO BELLO
El presidente de la
Asamblea Nacional de Venezuela quiere articular una coalición de fuerzas que
englobe a todos los factores de la sociedad venezolana para forzar nuevas
elecciones
Juan Guaidó, nuevo presidente de la Asamblea Nacional, es
lo que se ve: un político joven, de 35 años, que habla "claro y
raspao", como dicen en Venezuela. De los que no miran a otro lado:
activista estudiantil, formado en la Voluntad Popular (VP) del ahora preso
político Leopoldo López y forjado en las luchas
parlamentarias, siempre en la primera fila de las protestas del 2014 y del
2017.
En el día de los Reyes Magos, Guaidó
acudió a su parroquia en Punta de Mulatos, en el litoral de Vargas (a una hora
de Caracas), como hace casi siempre. Una iglesia pequeña y humilde, de un
barrio pobre que suma buena parte de los males de Venezuela. Sus amigos y
conocidos le abrazaron y animaron, sabedores de las horas abrumadoras que hoy
vive. Guaidó se ha situado en el centro del huracán político de
Venezuela, tan fuerte como los que azotan el Caribe en verano.
Un reto que asume con serenidad, pero
también con exigencias: "Vender armas a este régimen no ayuda a la causa democrática.
Parte de ese armamento terminaría en manos de la guerrilla o en grupos
irregulares", subraya ante la polémica levantada a raíz del acuerdo alcanzado entre Madrid y Caracas para
modernizar los tanques de su Ejército.
Llega a la Presidencia de la Asamblea
Nacional pisando muy fuerte, tras un año sin pena ni gloria en el órgano
parlamentario. En su primer mensaje al país llamó "usurpador" e
"ilegítimo" a Nicolás Maduro, además de adelantar que el Parlamento
no le va a juramentar, como marca la Constitución, ni tampoco a reconocer.
¿Cómo siente horas después el peso de la Historia sobre sus hombros políticos?
Con gran responsabilidad. Venezuela
lo está pasando muy mal, los venezolanos lo estamos pasando muy mal. Despedimos
a nuestros familiares y amigos en la frontera, en el aeropuerto o peor, en el
cementerio. Tenemos una deuda pendiente con el pueblo: generar el cambio.
Todavía faltan muchos elementos para articular una coalición de fuerzas
unitarias con todos los factores, desde partidos, estudiantes, jóvenes,
chavismo disidente y fiscal en el exilio para lograr la suficiente fuerza
política, social e internacional para que así cese este periodo gris. Las
soluciones para esta crisis son necesariamente políticas.
Quienes le anteceden en la Asamblea,
como Freddy Guevara (asilado en la Embajada de Chile) y Julio Borges (exiliado
en Bogotá), y en su partido, como Leopoldo López (en arresto domiciliario) y
los exiliados Carlos Vecchio o David Smolansky, incluso el diputado Juan
Requesens (encarcelado desde hace 152 días), ya han sufrido los golpes del
chavismo. ¿Teme acabar como ellos?
Es parte del riesgo, sin duda. Y no
sólo como presidente de la Asamblea: ser dirigente opositor en Venezuela puede
llevar hasta la muerte, como al concejal Fernando Albán, o como los jóvenes
asesinados en las calles. Yo mismo tengo todavía alojados proyectiles en mi
cuerpo [de las protestas de 2017]. Lamentablemente es parte del ejercicio
político en Venezuela. Asumimos el riesgo con entereza.
Factores radicales de la oposición,
incluso el ex presidente colombiano Andrés Pastrana, le exigen que se
autojuramente como presidente de la República, arguyendo vacío de poder.
Lo dijimos claro: el 10 de enero se
inicia un nuevo periodo constitucional sin un presidente electo en Venezuela.
Estamos en una situación de fuerza, no de derecho. No hay Estado de derecho en
mi país, lo han desmontado paulatinamente. Así lo reconocen el Grupo de Lima,
EEUU, Canadá y la Unión Europea. Creo que la labor del Parlamento es construir
esa fuerza y las condiciones para lograr una transición en Venezuela.
Algunos ya le piden, que para empezar,
se haga su propio harakiri político...
Sí, además hay muestras previas: hoy
la fiscal lamentablemente ejerce en el exilio, magistrados designados
legítimamente por el Parlamento no están en Venezuela. Se trata de hacer hábil
al Parlamento, retomar fuerza política y activar un proceso de movilización
constitucional. Se trata de articular las fuerzas internacionales y de hablar a
todos los que tienen autoridad para recuperar la Constitución. No hay solución
mágica. Si se consuma la usurpación el 10-E debemos lograr que cese y conseguir
un gobierno de transición para tener elecciones libres.
En su toma de posesión usó una
expresión muy gráfica: "no nos chupamos el dedo". O sea, que el 11-E
Maduro seguirá gobernando...
No nos chupamos el dedo porque hemos
intentado todo: hemos votado y hemos ganado el Parlamento; hemos no votado y ha
tenido resultados, casi nadie reconoce ahora a Maduro. Hemos protestado, nos
han matado, hemos hecho huelgas de hambre, hemos obtenido el reconocimiento de
la comunidad internacional tras años de lucha... Hemos hecho de todo. Pero hace
falta todo esto y más para lograr que cese la usurpación por la fuerza de las
armas del régimen. Este proceso que iniciamos ahora nos brinda ventanas de
oportunidad para lograr el cambio en Venezuela lo más pronto posible.
Usted ha invocado al pueblo y las
Fuerzas Armadas. Pero una buena parte del primero está yéndose del país y otra
parte está entregada a la supervivencia diaria. ¿Es posible prender de nuevo la
llama de la esperanza?
Seguro. Cada protesta que se genera,
hay 33 diarias por toda Venezuela por falta de gas, luz, comida o medicinas, en
el marco de una brutal represión, provoca una chispa de esperanza. Estamos ante
el fracaso de un modelo, el fracaso de los que manejaron la mayor bonanza
petrolera de la Historia. Estamos luchando contra la miseria y eso nos aglutina
y nos une. Ahora hay que juntar toda esa fuerza.
En la calle y en las encuestas se refleja
el desencanto con la oposición...
¡Y con razón! [interrumpe el
entrevistado]. Tenemos dos décadas y el mandato que nos dejó Venezuela en 2015
fue el cambio político, truncado por la dictadura y el autoritarismo. Fueron
cercando la Asamblea para declararla inhábil, pero los que son inhábiles hoy
para solucionar los problemas son Maduro y los que están en el Palacio de
Miraflores. Hoy Maduro no protege a nadie, ni de la persecución ni del hambre
ni de la miseria. Lo que puede proteger al ciudadano es la vuelta al estado de
derecho, el respeto a la propiedad privada y a los derechos humanos.
El juez que inició el proceso contra
los tres diputados de Amazonas, base argumental del chavismo para declarar en
desacato al Parlamento y arrebatarle sus poderes, acaba de huir a Estados
Unidos para sorpresa del país.
Insisto: Maduro no protege a nadie.
Un juez que está sancionado por Canadá está buscando protección porque sabe que
no hay Estado de derecho, él lo vivió en carne propio porque fue el ejecutor de
una decisión inconstitucional y que les dio narrativa jurídica para desmontar
el propio estado de derecho. El chavismo está fracturado.
¿Cómo va a ser el órgano de transición
para la restitución del orden constitucional, anunciado tras su intervención?
Se trata de una instancia de
coordinación con todos los que estén dispuestos a sumar a la causa democrática:
Parlamento, sociedad civil, Ejército y todos los sectores que apuesten por la
transición.
¿Llamarán a la lucha o a la protesta?
El llamado a la protesta
constitucional es importante y el ejercicio de la mayoría parlamentaria es
fundamental ante el secuestro institucional en el que estamos.
El embajador francés adelantó que los
países de la UE no acudirán a la toma de posesión del 10-E.
La comunidad internacional es el muro
de contención ante las intenciones más totalitarias del régimen. Nosotros hemos
pedido que no asistan a ese acto.
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