viernes, 30 de mayo de 2014

Maduro en su laberinto




El Nuevo País, Página 3
   Roberto Enríquez

          A pleno sol

*** El gobierno de Maduro tiene miedo de perder su electorado duro si se atreve a liberar a los estudiantes y a los presos políticos, repatriar a los exiliados y respetar la Constitución, afirma Enríquez.

    Maduro tiene cara de buena gente, pero eso no es suficiente. Hay que serlo. El Presidente no actúa como Presidente. No parece Presidente y eso me preocupa. Son muchas las especulaciones sobre el comportamiento errático del Presidente. Lo cierto es que las contradicciones en el seno del Gobierno, lejos de ser una razón para celebrar son razón de alarma.

    Que haya contradicciones en la oposición, es normal. Incluso, hablar de varías oposiciones dentro de la oposición, es propio de la dinámica de la competencia política que termina encarrilándose en un cauce común. Lo grave es que en Venezuela en lugar de tener un Gobierno tengamos varios. Que a estas alturas nos preguntemos quién manda en el país, es responsabilidad de Maduro.

    Desde el momento en que él comenzó a hablar de una fulana Dirección Político Militar de la Revolución, dio los primeros pasos haciéndose un harakirí en la autoridad política y constitucional que como jefe de Estado debía proteger, y dejando dudas sobre la legalidad de esa Dirección.

    En el Gobierno no entienden que con la partida de Chávez se cerró un ciclo. No sólo por las características de su liderazgo, sino por la realidad social y económica que legó. Las expectativas populares son la gran amenaza para Maduro y su Gobierno.

    Maduro luce extraviado. Un día habla de economía productiva, al siguiente de economía socialista. Un día habla de retomar las relaciones con EE.UU y al otro da alaridos contra el imperialismo yanqui. Un día habla de dialogar y al otro dice que sentarnos a dialogar ya es suficiente. Maduro acelera en una dirección y de pronto da un frenazo. Allí el gobierno transpira su irresponsabilidad. Los pasos dados por Maduro al convocar al diálogo con los sectores le estaban dando una personalidad propia y asomaban la posibilidad de que fuera un hombre tolerante. Se reunió con los gobernadores y alcaldes, con empresarios y la MUD. Parecía querer romper con un patrón de liderazgo todopoderoso, que en las actuales condiciones es imposible sostener De pronto, el frenazo y la marca de caucho en el asfalto nos dejan cavilando.

    Para Maduro y sus consejeros (los orondos personajillos de la indigerible Dirección Político Militar), el diálogo es una papa caliente. Saben que el pueblo quiere diálogo porque lo asocia con la paz, pero temen que su electorado base sea defraudado si en aras de construir esa paz toma decisiones que se perciban como debilidad.

    En el Gobierno han preferido buscar la paz a punta de represión, que nunca será paz. Será si acaso un silencio circunstancial para correr la arruga de la catástrofe. Maduro anunció su disposición a dialogar con los estudiantes pero sigue evitándolos, sin entender que mientras no dialogue con ellos, el país en rebeldía no se sentirá conforme. Maduro no quiere concretar soluciones mediante el diálogo, porque algún estúpido quizá le dijo que con ello le daría victorias a la oposición. Lo más patético es que mientras los representantes de Maduro hacen acuerdos en la mesa de diálogo, y los anuncian al país, luego los desconocen faltando al honor y la palabra.

    En sus temores, Maduro y su inconstitucional Dirección Político Militar no se atreven a liberar a los estudiantes y presos políticos, repatriar a los exiliados, garantizar poderes públicos confiables, y renunciar a aquello que viole la Constitución, porque temen perder su electorado duro. Sin darse cuenta que de tanto cuidar lo que les queda están perdiendo el país.

    Hay momentos en que los opositores le dan mejores consejos al Presidente que sus mismos colaboradores. Maduro debe ponerse las pilas porque tiempo es lo que no tiene.

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