Antonio
Ecarri Bolívar
Vicepresidente de Acción Democrática
Vicepresidente de Acción Democrática
Los
radicalismos, sean estos de derecha o izquierda, siempre conducen al mayor de
los disparates en la lucha política. Su desideratum es el aislacionismo
progresivo de las grandes mayorías nacionales.
En los años
60, del siglo pasado, ese error fue cometido por la izquierda radical
representada por miristas y comunistas. Craso error, afortunado para la
democracia, que fue aprovechado al máximo por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni,
Acción Democrática y Copei, para derrotarlos contundentemente.
Ahora, en
este siglo XXI, estamos comenzando a ver el fenómeno parecido, pero ahora desde
sectores de pensamiento contrario a los comunistas, que puede conducir a
otros resultados desastrosos, pero ahora infortunados para la democracia.
Releyendo el
libro de Héctor Pérez Marcano: La Invasión de Cuba a Venezuela, me parece que
vale la pena relievar lo que dice el “Macho” sobre esos errores radicales,
voluntaristas, que solo condujeron, a la izquierda venezolana de la época, a un
aislacionismo absoluto de las mayorías populares: “ Vistas las cosas desde la
distancia no puedo menos que asombrarme ante el hecho de que hombres
medianamente inteligentes, como éramos todos nosotros, hubiéramos podido
aceptar y cometer tal cantidad de monstruosos disparates”. Obviamente, se refiere
Héctor al cúmulo de errores tácticos que llevó a toda la izquierda más radical
a la lucha armada contra un gobierno, como el de Betancourt, salido de la
voluntad mayoritaria del pueblo venezolano en libérrimas elecciones.
En Venezuela,
hoy día, los errores que está cometiendo el espectro radicalmente opuesto al de
la izquierda de los años sesenta, parece una réplica –mutatis mutandi- de los
desaguisados de aquellos tiempos. Claro que nadie está asumiendo, por ahora, la
responsabilidad de la lucha armada para combatir el régimen, pero la
vocinglería radical lleva al convencimiento de que la salida única está en la
violencia. Ah, pero con un ingrediente peor: que aquí nadie se lleva la mano al
cinto para esgrimir una pistola, sino esperan que algunos otros vengan, de no
se sabe dónde, a apuntar armas contra el enemigo en el poder. Allí se une el
error, con el folklorismo ridículo más abyecto. Puede que AD quede aislado, en
nuestro llamado a la sensatez, pero preferimos correr ese riesgo que caer en la
vergüenza de llamar a las armas sin armas y desde las comodidades del gabinete
hogareño.
Acción
Democrática, como partido político democrático, combatió al radicalismo
izquierdista de aquella época haciendo lo contrario de las ejecutorias
comunistas de asilamiento progresivo, es decir, alentamos una agresiva política
de acercamiento a las grandes masas populares, llamando a derrotar el miedo con
votos y resolviendo, desde el gobierno, las necesidades más apremiantes de la
población urbana y rural.
Así
derrotamos a los violentos, a los radicales, a los voluntaristas del siglo
pasado. No vamos a venir, entonces, medio siglo después, a caer en el error de
nuestros adversarios. No vamos a caer en el absurdo de hacernos el haraquiri
con las armas que utilizamos, otrora, para triunfar.
Así que con
esa locura insensata, del aislamiento radical, lo decimos de una vez por todas
y para siempre, con Acción Democrática no cuenten. Así nos dejen solos, es
mejor solos que acompañados de una insensatez que va a ser lamentada dentro de
50 años, tal como lo hace hoy gente honesta como Pérez Marcano, pero con la
gravísima realidad de haber dejado en el trayecto toda una generación de
jóvenes frustrada, muerta o anulada políticamente.
Los errores
en política no son como en cualquier otra actividad humana. Aquí es mucho más
grave, porque generalmente el costo tiene que ver con la vida de otros seres
humanos. El que lo dude que haga un repaso de la historia universal de los
errores políticos, que hojee las páginas de lo que se ha escrito sobre la
guerra civil española y su secuela de centenares de miles de muertos,
torturados, exiliados y una diáspora que aún no se ha terminado de reencontrar
después de 40 años de dictadura y luego de una transición de otros tantos.
España perdió varias generaciones, por haber permitido que triunfara el
radicalismo por sobre la sensatez. Así, que levantar la bandera de la división,
con cualquier argumento, ya no solo es un error ni una insensatez, sino un
crimen porque permitiría la continuación de esta pesadilla quién sabe hasta
cuándo.
Afortunadamente,
hay gente trabajando para la unidad, aquí y en el exterior, esperemos que sean
estos quienes prevalezcan. Ojala se siga el ejemplo de Henry Ramos y AD
recorriendo Venezuela. Henry lo ha dicho en todas partes como línea partidista:
“cuando un dirigente nacional, de cualquier partido democrático, visite éste
estado, municipio o localidad, todos los adecos deben salir a respaldarlo con
su presencia”.
Esperemos la
reciprocidad, porque es como no nos aislaremos jamás de las grandes mayorías
nacionales. Es así como podremos triunfar y de esa manera podrá llegar la
ansiada transición democrática.
Aislados, que
Dios no lo permita, porque no habrá triunfo ni transición, sino pesadilla
continuada. Solo lo alertamos, por ahora, después lo denunciaremos… si no nos
dejan alternativa.
aecarrib@gmail.com
@EcarriB
Antonio Ecarri Bolíva
@EcarriB
Antonio Ecarri Bolíva
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