María T. Leal
Instituto
Pedagógico de Caracas
Centro de Investigaciones Históricas "Mario Briceño Iragorry".
Caracas-Venezuela.
Resumen
Rómulo
Betancourt es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más influyentes en la
dinámica política nacional del siglo XX. La oposición que emprende al régimen
de Juan Vicente Gómez le lleva desde sus días de estudiante con la afamada
Generación del 28´, a formarse en las filas de la izquierda latinoamericana, al
punto inclusive de participar en la fundación del Partido Comunista de Costa
Rica. De aquella formación ideológica y ante las necesidades sociales,
económicas y políticas que aquejaban a Venezuela en los años de la dictadura
gomecista, surge en 1931 el Plan de Barranquilla, bajo la autoría de Betancourt
y de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI). Este manifiesto, el cual
fue concebido desde el exilio de la agrupación, conviene revisar y analizar en
el marco de los alcances del proyecto político de Rómulo Betancourt.
Palabras clave:
Plan de Barranquilla, movimientos de izquierda, proyecto político, revolución e
ideología.
Abstract
Rómulo Betancourt is
undoubtedly one of the most influential domestic political dynamics of the
twentieth century. The opposition to the regime which initiates Juan Vicente
Gómez led him from his student days with the famous Generation of 28 ', forming
in the ranks of the Latin American left, including the point of participating
in the founding of the Communist Party of Costa Rica. From that ideological and
training to the social, economic and political afflicting Venezuela during the
years of dictatorship gomecism arises in Barranquilla 1931 Plan, under the
authorship of grouping Betancourt and the Revolutionary Left (ARDI). This
manifesto, which was designed from the exile of the group should review and
analyze within the scope of the political project of Rómulo Betancourt.
Keywords: Pattern of
Barranquilla, leftist movements, political, revolution and ideology.
Recibido:
07-04-2008. Aprobado 30-04-2008
Introducción
Cuando
nos dedicamos al estudio de la historia contemporánea de Venezuela, encontramos
en sus páginas diversos protagonistas que contribuyeron a su construcción;
empero, es la figura de Rómulo Betancourt, una de las más representativas en la
dinámica política venezolana, pues su participación en la insurgencia
estudiantil de 1928, la creación de organizaciones partidistas sumado a su
decisiva y controversial incursión en los asuntos relacionados con el destino
político de nuestro país, así lo reflejan. Es por ello que en esta ocasión
interesa particularmente, analizar el ideario político de Betancourt, para lo
cual tomaremos como referente el afamado Plan de Barranquilla de 1931.
Primeramente,
en cuanto a la personalidad de Rómulo Betancourt es necesario destacar algunas
características que privaron en su denotada lucha por la transformación
estructural de la política venezolana. Su activismo lo convirtió desde pensador
político, literato e historiador hasta un crítico de la acción del capitalismo
internacional, al punto de asociarse con ciertas organizaciones políticas de
corte socialista. Su actitud opositora ante los problemas que aquejaban a la
sociedad venezolana es justificada por Mariano Picón Salas en las inmediaciones
de 1929, justo cuando Betancourt contaba con 20 años de edad. En momentos
cuando tiene la oportunidad de revisar los planes del para entonces joven
Betancourt, Picón Salas (1964) recuerda con admiración la clarividencia, rigor
y fervor de las ideas de Betancourt, ya que en ellas dejaba relucir el
descubrimiento en torno a las necesidades de nuestra sociedad y los métodos con
los cuales debía organizarse el estado moderno en Venezuela (pp. 34-35). Otros
por su parte, le catalogaron como un hombre ambicioso, hábil, diplomático de
incuestionable audacia política, que supo intervenir oportunamente en aras de
conciliar su ascenso en el poder, con lo que se relega su proyecto político a
una demagogia revolucionaria populista, como parte de su estrategia para
alcanzar dominar la dinámica política venezolana.
El contexto de un proyecto
Transcurrían
las primeras décadas del siglo XX y Venezuela se hallaba sumida bajo la, no
menos influyente, figura de Juan Vicente Gómez. Un gobierno lo suficientemente
complaciente con el capital extranjero como para sentar la política de
concesiones que dejó a nuestro país sin alternativas de recuperación hasta
llegadas las ultimas décadas del siglo XX. Venezuela, un país que exportando
petróleo, continúa siendo una nación ruralizada, empobrecida y maltratada por los
desórdenes políticos suscitados desde el siglo XIX sumado a cierta injerencia de factores
externos,
continúa
confiando pacientemente su destino, sobre las indulgencias inconstantes de la
dictadura gomecista.
El
fenómeno que explica tal obediencia colectiva, descansa sobre la represión
política y la inhibición de las libertades individuales fundamentales. El
dictador, ante los numerosos enemigos que despierta por toda la república y
fuera de ésta, emprende la más dura campaña de persecución a intelectuales,
ideólogos así como de cualquier agrupación o asociación que intentase
quebrantar los intereses personalistas de su administración. Si bien es cierto,
Gómez se arma de una impresionante habilidad para garantizar su permanencia en
el poder durante 27 años, aún así, no alcanzó a controlar a plenitud, las
imberbes fuerzas que en 1928 estremece el duro régimen del dictador. Y más que
cambios, aquel movimiento estudiantil, rebelde a las disposiciones de Gómez,
estaba colmado de pasiones e ideales en rostros nuevos, desprendidos de
empañados y oscuros pasados políticos.
De
igual forma, es importante destacar que el levantamiento estudiantil
universitario de 1928, no fue propiamente el resultado de virtuosas voluntades
de un puñado de universitarios. Se hallaba la república en esos momentos
reaccionando de forma tardía a la gigantesca oleada insurgente que ya había
despertado en otros rincones de la América, dejando en Venezuela, el último
bastión del despotismo por arrasar. Explica Sánchez (1975) que posterior a la I
Guerra Mundial (1914-1917), en 1920 estallan las costuras del traje republicano
del continente, tras aquel desborde vigoroso que se llamó Reforma Universitaria
en Argentina, Perú, Chile y Uruguay; culminación de la Revolución Mexicana, en
México y parte del Caribe; e insurgencia obrera y sindical en casi todas partes
(P.236). El mismo autor sostiene que de haberse levantado el estudiantado
venezolano un año más tarde, es decir; en 1929 año de la Gran Depresión o del
inicio de la crisis de la bolsa neoyorquina, es posible que al descontento de
los jóvenes universitarios se hubiesen sumado manifestaciones de obreros
insurgentes, al caer en cuenta del rol que desempeñaban en la organización
socio-económica del país.
Tras
el fallido intento de revolución en tierras venezolanas y a los efectos de la
persecución política del régimen gomecista, Betancourt se ve en la imperiosa
necesidad de trasladarse al exterior para concentrar fuerzas. El propósito de
Betancourt: invadir las costas venezolanas y vituperar nuevamente el orgullo de
los Gómez, no obstante, decide sustituir esa ruidosa estrategia por una quizás
más acertada y de mayor alcance político. Los próximos años que le suceden a
1929, servirán para la consolidación en la formación filosófica e ideológica de
Betancourt, quien se dedica al análisis de los textos fundamentales del
materialismo dialéctico a la par que estudia la posibilidad de aplicar un
modelo político distinto al contexto venezolano.
En
el exilio, Betancourt logra perfilar su formación ideológica. Sin clientelismo
y con una actitud reactiva a su época, construye un documento que ha de
proyectar con basamento en la historia nacional, la realidad venezolana desde
las estructuras políticas dispuestas y heredadas desde la colonia. El Plan de
Barranquilla, que a juicio propio constituye realmente un manifiesto, se
construye y no coincidencialmente en la fase, si no de decadencia del
gomecismo, al menos de nuevos despertares para la república, pues para el pesar
de las masas, el estoico régimen de los Gómez halla vigencia en la misma
prolongación del servilismo político hasta llegada la muerte del dictador en
1935.
¿El Plan
una propuesta de Socialdemocracia
?
El
desarrollo de los acontecimientos, tanto de orden interno como externo conducen
a Rómulo Betancourt y a un grupo de líderes políticos, entre los que destacan
Raúl Leoni, Ricardo Montilla, Valmore Rodríguez y Juan J. Palacios a la
definición de un plan en el que se precisen las acciones fundamentales a
emprender en procura de la transformación social y política del país. Bajo esta
premisa, se concibe el Plan de Barranquilla.
El
Plan de Barranquilla firmado en fecha del 22 de marzo de 1931, constituye una iniciativa
de Betancourt y de los integrantes de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda
(ARDI). Básicamente el plan refleja un programa político de emergencia ante
manifestaciones que anticipaban la inminente caída de la dictadura gomecista,
pero en otro tanto, este Plan se ha reconocido como una obra que denota la
madurez política de Rómulo Betancourt y su consecuente preocupación por la
situación de dependencia que ha regido el destino de Venezuela, a partir de las
estructuras políticas y económicas dominantes del sistema mundial. En palabras
de Germán Carrera Damas (1994) el verdadero propósito del Plan no fue el de
formular una acción revolucionaria sino permitir una práctica y con referencia
a un conjunto de proposiciones, el deslinde de las actitudes, pero sobre todo
de los propósitos (P.13). Explica el autor, que el interés de Betancourt, tras
la exposición de lo que denominó el programa, radicaba en identificar a quienes
habrían de ser «los suyos», como condición necesaria para la conformación de un
liderazgo político.
Existen
respecto al Plan, posiciones encontradas, pues otros intelectuales discuten en
relación con lo impreciso del programa, pero no se debate en torno a las
razones que pudieron conducir a tal limitación. ¿Falta de madurez política?,
¿vagas ideologías?. Velásquez y otros (1980) refieren que las proyecciones
revolucionarias que Betancourt había planteado en sus cartas, califican al Plan
de Barranquilla de incompleto como texto histórico, para luego objetar, que fue
deliberada la omisión, pues el documento estaba destinado a circular en
Venezuela y a caquetizar a gente tímida e ignorante cuyo miedo rechazaría la
proposición de fórmulas de cambio social. Es posible que Rómulo Betancourt y
los miembros del ARDI, presentaran este proyecto de contenido básico a las
masas y guardaran para sí, el proyecto que comentaba los cambios de carácter
estructural. En numerosos escritos de Betancourt, deja manifiesta su confianza
limitada en la base social, al menos así quedó plasmado en una carta de Rómulo
Betancourt (1931) a José Rafael Pocaterra, faltando sólo días para la
presentación del Plan de Barranquilla, en la cual expresa:
Ese pueblo es aún ignorante, gregario, incapaz de
buscarle por sí
solo cauces a sus anhelos confusos de dignidad civil, pero está apto para
recibir palabras de renovación.
El
desciframiento de la teoría marxista por parte de Rómulo Betancourt, además de
su particular vehemencia por lo que expresó como el resguardo de los
particulares intereses de la sociedad venezolana, permitieron caracterizarle
ante muchos políticos de desgastada trayectoria como todo un revolucionario.
Aun cuando el debate político en torno al marxismo-leninismo se encontraba
agitado en casi toda la región (países como Cuba, Costa Rica, Argentina, Chile,
Colombia, así lo justifican históricamente), en Venezuela apenas se reconocía
al movimiento socialista internacional. Es con aquel documento intitulado Plan
de Barranquilla de Rómulo Betancourt, que llegan las primeras ideas de
izquierda a nuestro país en el siglo XX. A propósito del proyecto de Rómulo
Betancourt, Velásquez y otros (1980) consideran que vale la pena preguntar si
quienes querían plantear una alternativa de profundos cambios en la vida
venezolana en los años treinta, podían desechar el camino socialista para
regresar a las fuentes agotadas de la doctrina liberal o, por el contrario,
proponer las tesis fascistas modeladas en Europa y la América Latina de
aquellos años (P.18).
En
otras palabras, plantear un proyecto de ascenso y desarrollo político distinto
al socialismo en aquellos tiempos, cuando el complejo sistema capitalista asume
una de sus más connotadas crisis, era condenarse de antemano al fracaso. La
conmoción política del período, evoca las reflexiones, ideas y propuestas
políticas desde otras latitudes, como la expuesta por Hermann Nass, en una
carta dirigida a Betancourt con fecha del 14 de junio de 1935:
Yo estoy conforme con la ideología de
izquierda. Quienquiera que estudie un poco de economía y sociología y lleve un
adarme de honradez en el ánimo, tiene que estar conforme con ella. Creo que el
humanismo tendrá que llegar al comunismo
pero creo que tenemos que llenar necesariamente
etapas intermedias. Hasta me atrevería a afirmar que el fascismo es una de ellas, tal
vez la más
avanzada
a mi juicio, fascismo, nazismo y comunismo, sin olvidar el rooseveltismo, van
por diversos caminos a un mismo fin: a la liberación del factor trabajo
La
concepción del modelo socio-político de Rómulo Betancourt estaba muy lejos de
los supuestos teóricos del movimiento comunista internacional, aunque con las
contribuciones que éste hiciese en su favor en el escenario político de Costa
Rica, tras fundar el Partido Comunista. La propuesta de Betancourt parece
clarificarse tiempo después, específicamente en 1943, cuando expone su
inconformidad, ante las pretensiones de la Segunda y la Tercera Internacional
en unificar mundialmente la revolución obrera con criterio europeizante al
margen de las necesidades del pueblo venezolano y de la región latinoamericana.
Betancourt además, rechaza categóricamente el partido proletario y demanda en
su lugar, un partido [de izquierda] moderno donde pueda caber tanto el obrero,
como el campesino y el industrial (Betancourt citado por Feo Calcaño; 1975), en
aparente reconocimiento de la privativa ortodoxia que al respecto sostenía al
ideario comunista.
Arduas
serían las discusiones relacionadas con un modelo social pleno y sustentado en
una sólida base política, que colmara las discusiones de Rómulo Betancourt con
sus compañeros de ideas. En éstas, se exponen permanentemente, preceptos del
pensamiento de Marx y Lenin, pero con anticipadas disposiciones en la praxis
que contradecían la tesis materialista. Carrera Damas (1994) explica que este
acto de confrontación política, con sus posibles émulos, es consecuencia de la
elevada responsabilidad política asumida por Rómulo Betancourt.
Uno
de los asuntos que más genera polémica, a juzgar por el contenido de sus
cartas, está vinculada con la estructura social y económica en esa Venezuela en
transformación, prometida en los supuestos del Plan: el mismo Betancourt
confiesa haber redactado el Plan de Barranquilla reflejando el pensamiento de
la izquierda moderada de la emigración, de la que no se creía posible, llamarse
marxista, aquella que no veía posible sustituir a Gómez por un gobierno
obrero-campesino. En este sentido, reitera Betancourt, la necesidad de un
gobierno de transición, netamente burgués, el cual servirá para el
adoctrinamiento y organización de las clases productoras para llevarlas al
triunfo y no a los mil fracasos, a los cuales han venido condenando a las masas
de América Latina los rojos intransigentes con sus tácticas intransigentes. La
realidad venezolana nos dice que es temeridad y romanticismo incurable eso de pretender
que a Gómez pueda sustituirlo una dictadura del proletariado (Betancourt
citado por Carrera Damas; 1994, P. 25).
Aquel
empeño de Rómulo Betancourt por mantener al movimiento comunista al margen del
proyecto de transformación, resulta aún en estos momentos, una cuestión difícil
de explicar y más aun de justificar, puesto que esta confrontación resultaba
contradictoria con su labor política, considerando que fue uno de los lideres
más destacados que en su tiempo contribuyó al levantamiento de las bases
ideológicas-partidistas en la región latinoamericana. El fenómeno además,
problematiza exponencialmente a ése proyecto político presente en el Plan de
Barranquilla.
En
el magistral ensayo introductorio del Plan que referimos, se deja claramente
manifiesto el repudio a dos fenómenos, a saber: el primero, ante las élites que
por dinastías autoproclamadas hundían al país en la miseria, las cuales nos
dejaron como herencia el caudillaje militarista; y en segundo lugar, a las
formas de penetración e intervención del imperialismo económico en nuestros
espacios. En síntesis, aquella propuesta, a juzgar de las denuncias expuestas
por Betancourt, no podían plantear opción política distinta a un proceso de
transformación social radical con base en las estructuras políticas y
económicas. Por tanto, debía esta intención revolucionaria acompañarse de una
teoría revolucionaria y una acción revolucionaria. Los elementos antagónicos
presentes entre un pensamiento en la doctrina comunista y los preceptos
izquierdistas que decía contener de manera profusa en sus ideas políticas,
generaron la controversia necesaria en torno a su imagen pública.
Al
tiempo que Rómulo Betancourt polemizaba con los dirigentes del comunismo
venezolano y mantenía el más vivo cruce de puntos de vista con Raúl Leoni,
Valmore Rodríguez y Ricardo Montilla acerca de la estrategia y táctica a seguir
con el fin de crear un partido revolucionario que respondiera a los reclamos de
la sociedad venezolana, Betancourt sostenía constante diálogo con quienes comparten
los diversos campos del pensamiento político y social. Liberales colombianos,
revolucionarios mexicanos, socialistas argentinos, chilenos y panameños,
apristas peruanos se contaban entre los amigos latinoamericanos a quienes
interrogaba sobre el futuro del continente, sus diferencias con el comunismo y
su repudio con las soluciones a base del retorno al poder de los viejos
políticos y militares del exilio (Velásquez y otros, 1980). La práctica
política de Betancourt se desdibujó progresivamente de los preceptos del
socialismo que promovió en los tiempos del exilio.
Inclusive
entre los numerosos escritos de Betancourt puede apreciarse a modo general, los
alcances de un plan mucho más laborioso que aquel construido en Barranquilla.
En primer lugar; toda transformación social descansa sobre el plano político,
de allí que lo fundamental para Betancourt sea obviamente la creación de un
partido. Así nace en 1936 el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE),
proveniente del ARDI, pasada organización de izquierda que en remembranza sólo
representaba a cierto grupo de exiliados que acompañaron a Betancourt en la
resistencia anti-gomecista.
De ORVE a Acción Democrática
El
ORVE, agrupaba desde obreros, estudiantes, campesinos, pasando por comerciantes
y agricultores defensores del progreso. Pero sobremanera la organización
pretendía combatir el latifundismo en el sistema económico nacional y librar
los espacios gubernamentales del militarismo político. La apertura de semejante
convocatoria rápidamente levanta sospechas entre los círculos de la izquierda
venezolana, ya que los preceptos de una organización política que se
auto-denomina revolucionaria, combinaban por igual a los factores sociales
dominantes y dominados.
Una
segunda acción viene dada en el tiempo, cuando el mismo Betancourt flexibiliza
su discurso ante la apreciación de lo que debería ser la nueva estructura
económica nacional al punto de recurrir a la búsqueda de alternativas de poder
dentro de la estructura imperialista que tanto criticó en sus discursos. De las
ideas radicales que empuñaron su campaña política, pasamos a ver un líder de un
discurso más comedido y moderado. Una de las formas que pensó conveniente para
la transición económica y la administración de los bienes, tierras, propiedades
y recursos que les fuesen expropiados a los representantes de la dictadura
gomecista fue el ejercicio del Capitalismo de Estado, como estrategia que
garantizaría la justa retribución socio-económica al pueblo venezolano, en
especial a la masa campesina.
En
julio de 1931, Rómulo Betancourt entabló un debate por correspondencia con
Miguel Otero Silva, acerca del contenido y alcance del Plan de Barranquilla. Al
tiempo que justificó que la marcha del proceso social señalaría el momento
propicio para la ampliación del programa. En aquel escrito, reitera la
necesidad de fortalecer tal proceso de cambio fuera del control de la mayoría
empobrecida.
No
obstante, Betancourt aseguró que sería democrático el contenido de la
revolución a emprender, y para dar fe de ello, retomó las ideas de Vladimir
Lenin cuando expuso que era absurdo hablar de revolución democrática y
limitarse simplemente a oponer el proletariado y la burguesía, pues esta
revolución reflejaba un período de evolución en que la masa fundamental de la sociedad
se encuentra entre el proletariado y la burguesía, además de constituir un
sector campesino pequeño-burgués muy extenso. Arrancar el control de la
burguesía, mediante la incorporación de sus reivindicaciones a nuestro
programa, a esta
población campesina y pequeño burguesa
gigantesca, [que es] capaz de sostener la revolución democrática, pero no la
revolución socialista
(Betancourt citando a Lenin en Páginas Escogidas, 56-57).
Carrera
Damas (1994) refiere que Betancourt entendió que estas diferencias con la
izquierda comunista debía manejarlas con suma habilidad y firmeza. Señala que,
en referencia a la mencionada carta de Miguel Otero Silva, en una
correspondencia dirigida a los Hermanitos de Betancourt (Raúl Leoni, Ricardo
Montilla y Valmore Rodríguez) que la carta de Miguel es
bastante deficiente en cuanto a
doctrina y tan infantil en el aspecto de la táctica que mueve a risa, eso de orientar a los compañeros de Caracas para que organicen
obreros y campesinos.
En el mismo tono se refiere a otro par de críticos de Betancourt, según Carrera
Damas éstos eran Gustavo Machado y Salvador de la Plaza. Con respecto a Machado
Betancourt expresó: líder máximo del comunismo venezolano, concilia la
revolución con el tango. Mientras que de Salvador de la Plaza confesó que: no
había querido contestar sus cartas porque es un modelo de majadería (p.34).
Trasciende
el año de 1931, pero continuó la polémica en torno a los alcances del Plan de
Barranquilla y su naturaleza ideológica. Los argumentos al respecto mantuvieron,
no obstante, un debate interesante que condujo a revisiones cada vez más
profundas del programa de Betancourt.
Sin
embargo, las radicalizaciones continuaron, así como su profusa agudización en
la plana del discurso ideológico. En un frente de la lucha se halla Betancourt
respaldado con destacadas organizaciones políticas de la región y cuantiosos
amigos, asesores por toda Europa. Y en el otro frente el movimiento comunista,
los obedientes a Moscú como incesantemente los catalogó Betancourt en sus escritos
y apoyados en un movimiento internacional.
Rómulo
Betancourt insistió en la necesidad de conciliar la lucha anti-imperialista en
nuestro país, representada en toda forma de capital extranjero. Es decir, para
el líder político el principio fundamental del pensamiento marxista, es decir,
la lucha de clases, era una idea irrisoria en un país que según aprecia,
mantenía a todos los sectores igualmente deprimidos. Para Betancourt el
campesino y el pequeño industrial eran, por igual, victimas de los vicios del
sistema político tradicional. La izquierda revolucionaria alcanzó niveles de
moderación integracionista en un discurso donde los sectores empobrecidos
aceptarían a la burguesía como la clase dirigente rectora del destino nacional.
En
este sentido, la lucha se centraría entonces sobre el capital extranjero, y no
sobre las viejas estructuras elitescas que mantenían sus posiciones
influyentes en todos los sectores de desarrollo, sobremanera el
productivo y el político. Este asunto que rápidamente despierta reacciones
entre sus allegados en el viejo continente. Entre ellos el más reactivo
fue sin lugar a dudas, Salvador de la Plaza. En carta con fecha del 27 de
agosto de 1931, Plaza (citado por Carrera Damas, 1994) analizó en torno a
las diferencias y desacuerdos en lo que cada uno concibe como marxismo-
leninismo, al tiempo que expuso las diferencias ideológicas que sostenía con
respecto a las proyecciones del Plan de Barranquilla:
El origen de nuestros desacuerdos está
en que nosotros aceptamos como marxistasleninistas, los lineamientos de la
Internacional Comunista y ustedes llamándose marxistas, no lo aceptan. Hablemos
claro y dejémonos de medias tintas. Es ése el origen de los desacuerdos que
existen entre nuestros compañeros del Perú y los apristas
tú no intentas revisar la experiencia internacional
al enfrentar el programa mínimo
del Plan de Barranquilla al programa mínimo de la Internacional Comunista y en toda la página 8 de tu carta te pronuncias contra
la acusación
de los ultraizquierdistas que ya empiezan a tildarlos de oportunistas,
seguidores; sin querer ver que ello es consecuencia lógica de la persistencia
de ustedes en poner a la cola y no a la cabeza del movimiento revolucionario, a
la clase obrera de Venezuela. Profundiza tu posición y verás como se tambalea
bajo tus pies todo el andamiaje que has construido. La plataforma del Plan de
Barranquilla no es que sea mínima, timorata, es que no responde a la
revolución, no obstante que sea avanzada con respecto a lo que existe hoy en
Venezuela, y no responde, porque los dos puntos básicos de la revolución: la
lucha agraria y la lucha antiimperialista no se plantean, como no se plantean
quiénes y qué fuerzas van a llevar a la práctica esos puntos de la reforma
(P.67-68).
Es
posible que Betancourt invadido por exacerbados nacionalismos haya obviado,
llamándose marxista, algunos preceptos contemplados en el movimiento
internacional. O por el contrario, empleó la bandera de la revolución social
para la conquista del poder. Recordemos que en palabras de Velásquez y otros
que citamos en líneas anteriores, la necesidad de aparecer como parte de la
izquierda era un punto favorable en los discursos de quienes aspiraban ascender
dentro de la política. Lo cierto es que prontamente se produjo el distanciamiento
entre Rómulo Betancourt y algunos compañeros de lucha organizados en el ARDI,
debido a las incongruencias que empezaron a divisar entre los propósitos del
movimiento internacional y el propio de Betancourt.
En
este contexto, Betancourt nuevamente generó contradicciones en perjuicio de su
proyecto, pues una vez que discute arduamente en torno al pensamiento de los
Lenines del trópico (como denominaba a los comunistas), concilia una especie de
militancia en el Partido Comunista de Venezuela. Varios factores pudieron
conducir a esta decisión, como lo fueron la crisis del sistema económico
capitalista y el frente antifascista de la III Internacional en América Latina,
las razones de mayor fuerza que sin lugar a dudas, impulsaron el acercamiento
de Betancourt a las filas comunistas. En esos años 30 mientras Betancourt
parece debatir (o vacilar) en torno al Plan y su soporte ideológico, gana
tiempo con la creación de un nuevo partido político bajo la denominación de
Acción Democrática, organización legalizada durante el gobierno del General
Isaías Medina Angarita en 1941.
La
confrontación entre las proyecciones de Betancourt y los preceptos ideológicos
de la izquierda internacional eran evidentes. Al punto que el Plan fue asumido
como parte del proyecto personalista de Betancourt y donde quedó expresada su
aspiración de consolidar un importante liderazgo nacional. Sus opuestos
políticos, le señalaron por querer asumir la unilateralidad de la insurgencia
revolucionaria en el país y por generar controversias ad hoc valiéndose,
audazmente, de las necesidades socioeconómicas del pueblo venezolano. La
bandera política en este caso, lo constituiría el derrocamiento de los
caudillos militares tradicionales y la inserción de factores
ideológico-políticos revolucionarios como el socialismo. ¿Adaptaciones del
socialismo?, ¿Socialismos mimetizados?, ¿Justas transformaciones a nuestra
realidad o vivezas de un revolucionario de escaso prestigio para definir cierta
personalidad política?
Lo
que se presenta a continuación son fragmentos tomados del Plan de Barranquilla,
compilado por Suárez (1977). En lo que sigue sólo retpmaremos lo concerniente a
las conclusiones y al programa, expuestos por Rómulo Betancourt y los miembros
de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI) en marzo de 1931.
La propuesta del plan. A modo de conclusión
Precisados
en el orden interno y en las relaciones internacionales los factores
determinantes de la situación venezolana hemos suscrito un programa mínimo de
acción política y social con vistas a esos factores. Presumen espíritus
simplistas, viciados de la tradicional indolencia venezolana para ahondar
problemas, que asociaciones cívicas y otros remedios fáciles de la misma índole
bastarían para promover en el país un movimiento de dignificación civil.
Nosotros con criterio más realista y positivo, nutrido de doctrina y de
historia, creemos que la elevación del nivel político y social de las masas no
pueden lograrse sino sobre bases de independencia económica. Por eso, hemos
articulado nuestra plataforma con postulados de acción social y
antiimperialista, trascendiendo resuelta y conscientemente las aspiraciones
retrasadas de quienes creen que basta moralizar la administración y reformar
cuatro o cinco artículos de la Constitución para que Venezuela comience a
realizar su destino de pueblo. Hemos dicho programa mínimo, porque el suscrito
hoy por nosotros apenas contempla los más urgentes problemas nacionales y
porque el contenido mismo de nuestros postulados de acción es apenas
reformista. Consecuentes con un método que repudia la sobreestimación de
fuerzas, hemos querido considerar sólo las necesidades y aspiraciones populares
que creemos más urgentes. La marcha misma del proceso social nos señalará el
momento de poner a la orden del día la cuestión de ampliación y revisión del
programa.
Programa
I.
Hombres civiles al manejo de la cosa pública. Exclusión de todo elemento
militar de mecanismo administrativo durante el período preconstitucional. Lucha
contra el caudillismo militarista.
II.
Garantías para la libre expresión del pensamiento, hablado o escrito, y para
los demás derechos individuales (asociación, reunión, libre tránsito, etc).
III.
Confiscación de los bienes de Gómez, sus familiares y servidores y comienzo
inmediato de su explotación por el pueblo y no por jefes revolucionarios
triunfantes.
IV.
Creación de un Tribunal de Salud Pública que investigue y sancione los delitos
del despotismo.
V.
Inmediata expedición de decretos protegiendo las clases productoras de la
tiranía capitalista.
VI.
Intensa campaña de desanalfabetización de las masas obreras y campesinas.
Enseñanza teórica-industrial y agrícola. Autonomía universitaria funcional y
económica.
VII.
Revisión de los contratos y concesiones celebrados por la nación con el
capitalismo nacional y extranjero. Adopción de una política económica contraria
a la contratación de empréstitos. Nacionalización de las caídas de agua.
Control por el Estado o el Municipio de las industrias que por su carácter
constituyen monopolios de servicios públicos.
VIII.
Convocatoria dentro de un plazo no mayor de un año de una Asamblea
Constituyente, que elija gobierno provisional, reforme la Constitución, revise
las leyes que con mayor urgencia lo reclamen y expida las necesarias para
resolver los problemas políticos, sociales y económicos que pondrá a la orden
del día la revolución.
Los
que suscriben este plan se comprometen a luchar por las reivindicaciones en él
sustentadas y a ingresar como militantes activos en el partido político que se
organizará dentro del país sobre sus bases.
Rómulo
Betancourt
Pedro
A. Juliac, Mario Plaza Ponte, Simón Betancourt, Ricardo Montilla, Carlos Peña
Uslar, Rafael Ángel Castillo, P. J. Rodríguez Berroeta, Valmore Rodríguez, Raúl
Leoni V., Juan J. Palacios y César Camejo.
Referencias bibliográficas
1.
Carrera Damas, G. (1994) Emergencia de un líder. Rómulo Betancourt y El Plan de
Barranquilla. Caracas, Editorial Fundación Rómulo
Betancourt. [ Links ]
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Carta de Hermann Nass dirigida a Rómulo Betancourt. 14 de junio de 1935.
Archivo de Rómulo Betancourt, Rómulo Betancourt, antología política. Caracas.
Editorial Fundación Rómulo Betancourt. Vol.
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marzo de 1931. Archivo de José Rafael Pocaterra, Vol.
II. [ Links ]
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Betancourt dirigida a Miguel Otero Silva, julio de 1931. Rómulo Betancourt, antología política. Caracas.
Editorial Fundación Rómulo Betancourt. Vol.
I. [ Links ]
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Feo Calcaño, G. (1975). Perfil político de Rómulo Betancourt. Un hombre llamado
Rómulo Betancourt, apreciaciones críticas sobre su vida y su obra. Caracas,
Centauro editores, 3era.
Edición. [ Links ]
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