jueves, 1 de noviembre de 2018

PLAN DE BARRANQUILLA Y EL PROYECTO POLITICO DE ROMULO BETANCOURT


Resultado de imagen para PLAN DE BARRANQUILLA

María T. Leal
Instituto Pedagógico de Caracas 
Centro de Investigaciones Históricas "Mario Briceño Iragorry". 
Caracas-Venezuela. 

Resumen
Rómulo Betancourt es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más influyentes en la dinámica política nacional del siglo XX. La oposición que emprende al régimen de Juan Vicente Gómez le lleva desde sus días de estudiante con la afamada Generación del 28´, a formarse en las filas de la izquierda latinoamericana, al punto inclusive de participar en la fundación del Partido Comunista de Costa Rica. De aquella formación ideológica y ante las necesidades sociales, económicas y políticas que aquejaban a Venezuela en los años de la dictadura gomecista, surge en 1931 el Plan de Barranquilla, bajo la autoría de Betancourt y de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI). Este manifiesto, el cual fue concebido desde el exilio de la agrupación, conviene revisar y analizar en el marco de los alcances del proyecto político de Rómulo Betancourt.
Palabras clave: Plan de Barranquilla, movimientos de izquierda, proyecto político, revolución e ideología.
Abstract
Rómulo Betancourt is undoubtedly one of the most influential domestic political dynamics of the twentieth century. The opposition to the regime which initiates Juan Vicente Gómez led him from his student days with the famous Generation of 28 ', forming in the ranks of the Latin American left, including the point of participating in the founding of the Communist Party of Costa Rica. From that ideological and training to the social, economic and political afflicting Venezuela during the years of dictatorship gomecism arises in Barranquilla 1931 Plan, under the authorship of grouping Betancourt and the Revolutionary Left (ARDI). This manifesto, which was designed from the exile of the group should review and analyze within the scope of the political project of Rómulo Betancourt.
Keywords: Pattern of Barranquilla, leftist movements, political, revolution and ideology.
Recibido: 07-04-2008. Aprobado 30-04-2008
Introducción
Cuando nos dedicamos al estudio de la historia contemporánea de Venezuela, encontramos en sus páginas diversos protagonistas que contribuyeron a su construcción; empero, es la figura de Rómulo Betancourt, una de las más representativas en la dinámica política venezolana, pues su participación en la insurgencia estudiantil de 1928, la creación de organizaciones partidistas sumado a su decisiva y controversial incursión en los asuntos relacionados con el destino político de nuestro país, así lo reflejan. Es por ello que en esta ocasión interesa particularmente, analizar el ideario político de Betancourt, para lo cual tomaremos como referente el afamado Plan de Barranquilla de 1931.
Primeramente, en cuanto a la personalidad de Rómulo Betancourt es necesario destacar algunas características que privaron en su denotada lucha por la transformación estructural de la política venezolana. Su activismo lo convirtió desde pensador político, literato e historiador hasta un crítico de la acción del capitalismo internacional, al punto de asociarse con ciertas organizaciones políticas de corte socialista. Su actitud opositora ante los problemas que aquejaban a la sociedad venezolana es justificada por Mariano Picón Salas en las inmediaciones de 1929, justo cuando Betancourt contaba con 20 años de edad. En momentos cuando tiene la oportunidad de revisar los planes del para entonces joven Betancourt, Picón Salas (1964) recuerda con admiración la clarividencia, rigor y fervor de las ideas de Betancourt, ya que en ellas dejaba relucir el descubrimiento en torno a las necesidades de nuestra sociedad y los métodos con los cuales debía organizarse el estado moderno en Venezuela (pp. 34-35). Otros por su parte, le catalogaron como un hombre ambicioso, hábil, diplomático de incuestionable audacia política, que supo intervenir oportunamente en aras de conciliar su ascenso en el poder, con lo que se relega su proyecto político a una demagogia revolucionaria populista, como parte de su estrategia para alcanzar dominar la dinámica política venezolana.
El contexto de un proyecto
Transcurrían las primeras décadas del siglo XX y Venezuela se hallaba sumida bajo la, no menos influyente, figura de Juan Vicente Gómez. Un gobierno lo suficientemente complaciente con el capital extranjero como para sentar la política de concesiones que dejó a nuestro país sin alternativas de recuperación hasta llegadas las ultimas décadas del siglo XX. Venezuela, un país que exportando petróleo, continúa siendo una nación ruralizada, empobrecida y maltratada por los desórdenes políticos suscitados desde el siglo XIX sumado a cierta injerencia de factores externos, continúa confiando pacientemente su destino, sobre las indulgencias inconstantes de la dictadura gomecista.
El fenómeno que explica tal obediencia colectiva, descansa sobre la represión política y la inhibición de las libertades individuales fundamentales. El dictador, ante los numerosos enemigos que despierta por toda la república y fuera de ésta, emprende la más dura campaña de persecución a intelectuales, ideólogos así como de cualquier agrupación o asociación que intentase quebrantar los intereses personalistas de su administración. Si bien es cierto, Gómez se arma de una impresionante habilidad para garantizar su permanencia en el poder durante 27 años, aún así, no alcanzó a controlar a plenitud, las imberbes fuerzas que en 1928 estremece el duro régimen del dictador. Y más que cambios, aquel movimiento estudiantil, rebelde a las disposiciones de Gómez, estaba colmado de pasiones e ideales en rostros nuevos, desprendidos de empañados y oscuros pasados políticos.
De igual forma, es importante destacar que el levantamiento estudiantil universitario de 1928, no fue propiamente el resultado de virtuosas voluntades de un puñado de universitarios. Se hallaba la república en esos momentos reaccionando de forma tardía a la gigantesca oleada insurgente que ya había despertado en otros rincones de la América, dejando en Venezuela, el último bastión del despotismo por arrasar. Explica Sánchez (1975) que posterior a la I Guerra Mundial (1914-1917), en 1920 estallan las costuras del traje republicano del continente, tras aquel desborde vigoroso que se llamó Reforma Universitaria en Argentina, Perú, Chile y Uruguay; culminación de la Revolución Mexicana, en México y parte del Caribe; e insurgencia obrera y sindical en casi todas partes (P.236). El mismo autor sostiene que de haberse levantado el estudiantado venezolano un año más tarde, es decir; en 1929 año de la Gran Depresión o del inicio de la crisis de la bolsa neoyorquina, es posible que al descontento de los jóvenes universitarios se hubiesen sumado manifestaciones de obreros insurgentes, al caer en cuenta del rol que desempeñaban en la organización socio-económica del país.
Tras el fallido intento de revolución en tierras venezolanas y a los efectos de la persecución política del régimen gomecista, Betancourt se ve en la imperiosa necesidad de trasladarse al exterior para concentrar fuerzas. El propósito de Betancourt: invadir las costas venezolanas y vituperar nuevamente el orgullo de los Gómez, no obstante, decide sustituir esa ruidosa estrategia por una quizás más acertada y de mayor alcance político. Los próximos años que le suceden a 1929, servirán para la consolidación en la formación filosófica e ideológica de Betancourt, quien se dedica al análisis de los textos fundamentales del materialismo dialéctico a la par que estudia la posibilidad de aplicar un modelo político distinto al contexto venezolano.
En el exilio, Betancourt logra perfilar su formación ideológica. Sin clientelismo y con una actitud reactiva a su época, construye un documento que ha de proyectar con basamento en la historia nacional, la realidad venezolana desde las estructuras políticas dispuestas y heredadas desde la colonia. El Plan de Barranquilla, que a juicio propio constituye realmente un manifiesto, se construye y no coincidencialmente en la fase, si no de decadencia del gomecismo, al menos de nuevos despertares para la república, pues para el pesar de las masas, el estoico régimen de los Gómez halla vigencia en la misma prolongación del servilismo político hasta llegada la muerte del dictador en 1935.
¿El Plan una propuesta de Socialdemocracia?
El desarrollo de los acontecimientos, tanto de orden interno como externo conducen a Rómulo Betancourt y a un grupo de líderes políticos, entre los que destacan Raúl Leoni, Ricardo Montilla, Valmore Rodríguez y Juan J. Palacios a la definición de un plan en el que se precisen las acciones fundamentales a emprender en procura de la transformación social y política del país. Bajo esta premisa, se concibe el Plan de Barranquilla.
El Plan de Barranquilla firmado en fecha del 22 de marzo de 1931, constituye una iniciativa de Betancourt y de los integrantes de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI). Básicamente el plan refleja un programa político de emergencia ante manifestaciones que anticipaban la inminente caída de la dictadura gomecista, pero en otro tanto, este Plan se ha reconocido como una obra que denota la madurez política de Rómulo Betancourt y su consecuente preocupación por la situación de dependencia que ha regido el destino de Venezuela, a partir de las estructuras políticas y económicas dominantes del sistema mundial. En palabras de Germán Carrera Damas (1994) el verdadero propósito del Plan no fue el de formular una acción revolucionaria sino permitir una práctica y con referencia a un conjunto de proposiciones, el deslinde de las actitudes, pero sobre todo de los propósitos (P.13). Explica el autor, que el interés de Betancourt, tras la exposición de lo que denominó el programa, radicaba en identificar a quienes habrían de ser «los suyos», como condición necesaria para la conformación de un liderazgo político.
Existen respecto al Plan, posiciones encontradas, pues otros intelectuales discuten en relación con lo impreciso del programa, pero no se debate en torno a las razones que pudieron conducir a tal limitación. ¿Falta de madurez política?, ¿vagas ideologías?. Velásquez y otros (1980) refieren que las proyecciones revolucionarias que Betancourt había planteado en sus cartas, califican al Plan de Barranquilla de incompleto como texto histórico, para luego objetar, que fue deliberada la omisión, pues el documento estaba destinado a circular en Venezuela y a caquetizar a gente tímida e ignorante cuyo miedo rechazaría la proposición de fórmulas de cambio social. Es posible que Rómulo Betancourt y los miembros del ARDI, presentaran este proyecto de contenido básico a las masas y guardaran para sí, el proyecto que comentaba los cambios de carácter estructural. En numerosos escritos de Betancourt, deja manifiesta su confianza limitada en la base social, al menos así quedó plasmado en una carta de Rómulo Betancourt (1931) a José Rafael Pocaterra, faltando sólo días para la presentación del Plan de Barranquilla, en la cual expresa: “…Ese pueblo es aún ignorante, gregario, incapaz de buscarle por sí solo cauces a sus anhelos confusos de dignidad civil, pero está apto para recibir palabras de renovación.
El desciframiento de la teoría marxista por parte de Rómulo Betancourt, además de su particular vehemencia por lo que expresó como el resguardo de los particulares intereses de la sociedad venezolana, permitieron caracterizarle ante muchos políticos de desgastada trayectoria como todo un revolucionario. Aun cuando el debate político en torno al marxismo-leninismo se encontraba agitado en casi toda la región (países como Cuba, Costa Rica, Argentina, Chile, Colombia, así lo justifican históricamente), en Venezuela apenas se reconocía al movimiento socialista internacional. Es con aquel documento intitulado Plan de Barranquilla de Rómulo Betancourt, que llegan las primeras ideas de izquierda a nuestro país en el siglo XX. A propósito del proyecto de Rómulo Betancourt, Velásquez y otros (1980) consideran que vale la pena preguntar si quienes querían plantear una alternativa de profundos cambios en la vida venezolana en los años treinta, podían desechar el camino socialista para regresar a las fuentes agotadas de la doctrina liberal o, por el contrario, proponer las tesis fascistas modeladas en Europa y la América Latina de aquellos años (P.18).
En otras palabras, plantear un proyecto de ascenso y desarrollo político distinto al socialismo en aquellos tiempos, cuando el complejo sistema capitalista asume una de sus más connotadas crisis, era condenarse de antemano al fracaso. La conmoción política del período, evoca las reflexiones, ideas y propuestas políticas desde otras latitudes, como la expuesta por Hermann Nass, en una carta dirigida a Betancourt con fecha del 14 de junio de 1935:
Yo estoy conforme con la ideología de izquierda. Quienquiera que estudie un poco de economía y sociología y lleve un adarme de honradez en el ánimo, tiene que estar conforme con ella. Creo que el humanismo tendrá que llegar al comunismopero creo que tenemos que llenar necesariamente etapas intermedias. Hasta me atrevería a afirmar que el fascismo es una de ellas, tal vez la más avanzada a mi juicio, fascismo, nazismo y comunismo, sin olvidar el rooseveltismo, van por diversos caminos a un mismo fin: a la liberación del factor trabajo
La concepción del modelo socio-político de Rómulo Betancourt estaba muy lejos de los supuestos teóricos del movimiento comunista internacional, aunque con las contribuciones que éste hiciese en su favor en el escenario político de Costa Rica, tras fundar el Partido Comunista. La propuesta de Betancourt parece clarificarse tiempo después, específicamente en 1943, cuando expone su inconformidad, ante las pretensiones de la Segunda y la Tercera Internacional en unificar mundialmente la revolución obrera con criterio europeizante al margen de las necesidades del pueblo venezolano y de la región latinoamericana. Betancourt además, rechaza categóricamente el partido proletario y demanda en su lugar, un partido [de izquierda] moderno donde pueda caber tanto el obrero, como el campesino y el industrial (Betancourt citado por Feo Calcaño; 1975), en aparente reconocimiento de la privativa ortodoxia que al respecto sostenía al ideario comunista.
Arduas serían las discusiones relacionadas con un modelo social pleno y sustentado en una sólida base política, que colmara las discusiones de Rómulo Betancourt con sus compañeros de ideas. En éstas, se exponen permanentemente, preceptos del pensamiento de Marx y Lenin, pero con anticipadas disposiciones en la praxis que contradecían la tesis materialista. Carrera Damas (1994) explica que este acto de confrontación política, con sus posibles émulos, es consecuencia de la elevada responsabilidad política asumida por Rómulo Betancourt.
Uno de los asuntos que más genera polémica, a juzgar por el contenido de sus cartas, está vinculada con la estructura social y económica en esa Venezuela en transformación, prometida en los supuestos del Plan: el mismo Betancourt confiesa haber redactado el Plan de Barranquilla reflejando el pensamiento de la izquierda moderada de la emigración, de la que no se creía posible, llamarse marxista, aquella que no veía posible sustituir a Gómez por un gobierno obrero-campesino. En este sentido, reitera Betancourt, la necesidad de un gobierno de transición, netamente burgués, el cual servirá para el adoctrinamiento y organización de las clases productoras para llevarlas al triunfo y no a los mil fracasos, a los cuales han venido condenando a las masas de América Latina los rojos intransigentes con sus tácticas intransigentes. La realidad venezolana nos dice que es temeridad y romanticismo incurable eso de pretender que a Gómez pueda sustituirlo una dictadura del proletariado (Betancourt citado por Carrera Damas; 1994, P. 25).
Aquel empeño de Rómulo Betancourt por mantener al movimiento comunista al margen del proyecto de transformación, resulta aún en estos momentos, una cuestión difícil de explicar y más aun de justificar, puesto que esta confrontación resultaba contradictoria con su labor política, considerando que fue uno de los lideres más destacados que en su tiempo contribuyó al levantamiento de las bases ideológicas-partidistas en la región latinoamericana. El fenómeno además, problematiza exponencialmente a ése proyecto político presente en el Plan de Barranquilla.
En el magistral ensayo introductorio del Plan que referimos, se deja claramente manifiesto el repudio a dos fenómenos, a saber: el primero, ante las élites que por dinastías autoproclamadas hundían al país en la miseria, las cuales nos dejaron como herencia el caudillaje militarista; y en segundo lugar, a las formas de penetración e intervención del imperialismo económico en nuestros espacios. En síntesis, aquella propuesta, a juzgar de las denuncias expuestas por Betancourt, no podían plantear opción política distinta a un proceso de transformación social radical con base en las estructuras políticas y económicas. Por tanto, debía esta intención revolucionaria acompañarse de una teoría revolucionaria y una acción revolucionaria. Los elementos antagónicos presentes entre un pensamiento en la doctrina comunista y los preceptos izquierdistas que decía contener de manera profusa en sus ideas políticas, generaron la controversia necesaria en torno a su imagen pública.
Al tiempo que Rómulo Betancourt polemizaba con los dirigentes del comunismo venezolano y mantenía el más vivo cruce de puntos de vista con Raúl Leoni, Valmore Rodríguez y Ricardo Montilla acerca de la estrategia y táctica a seguir con el fin de crear un partido revolucionario que respondiera a los reclamos de la sociedad venezolana, Betancourt sostenía constante diálogo con quienes comparten los diversos campos del pensamiento político y social. Liberales colombianos, revolucionarios mexicanos, socialistas argentinos, chilenos y panameños, apristas peruanos se contaban entre los amigos latinoamericanos a quienes interrogaba sobre el futuro del continente, sus diferencias con el comunismo y su repudio con las soluciones a base del retorno al poder de los viejos políticos y militares del exilio (Velásquez y otros, 1980). La práctica política de Betancourt se desdibujó progresivamente de los preceptos del socialismo que promovió en los tiempos del exilio.
Inclusive entre los numerosos escritos de Betancourt puede apreciarse a modo general, los alcances de un plan mucho más laborioso que aquel construido en Barranquilla. En primer lugar; toda transformación social descansa sobre el plano político, de allí que lo fundamental para Betancourt sea obviamente la creación de un partido. Así nace en 1936 el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE), proveniente del ARDI, pasada organización de izquierda que en remembranza sólo representaba a cierto grupo de exiliados que acompañaron a Betancourt en la resistencia anti-gomecista.
De ORVE a Acción Democrática
El ORVE, agrupaba desde obreros, estudiantes, campesinos, pasando por comerciantes y agricultores defensores del progreso. Pero sobremanera la organización pretendía combatir el latifundismo en el sistema económico nacional y librar los espacios gubernamentales del militarismo político. La apertura de semejante convocatoria rápidamente levanta sospechas entre los círculos de la izquierda venezolana, ya que los preceptos de una organización política que se auto-denomina revolucionaria, combinaban por igual a los factores sociales dominantes y dominados.
Una segunda acción viene dada en el tiempo, cuando el mismo Betancourt flexibiliza su discurso ante la apreciación de lo que debería ser la nueva estructura económica nacional al punto de recurrir a la búsqueda de alternativas de poder dentro de la estructura imperialista que tanto criticó en sus discursos. De las ideas radicales que empuñaron su campaña política, pasamos a ver un líder de un discurso más comedido y moderado. Una de las formas que pensó conveniente para la transición económica y la administración de los bienes, tierras, propiedades y recursos que les fuesen expropiados a los representantes de la dictadura gomecista fue el ejercicio del Capitalismo de Estado, como estrategia que garantizaría la justa retribución socio-económica al pueblo venezolano, en especial a la masa campesina.
En julio de 1931, Rómulo Betancourt entabló un debate por correspondencia con Miguel Otero Silva, acerca del contenido y alcance del Plan de Barranquilla. Al tiempo que justificó que la marcha del proceso social señalaría el momento propicio para la ampliación del programa. En aquel escrito, reitera la necesidad de fortalecer tal proceso de cambio fuera del control de la mayoría empobrecida.
No obstante, Betancourt aseguró que sería democrático el contenido de la revolución a emprender, y para dar fe de ello, retomó las ideas de Vladimir Lenin cuando expuso que era absurdo hablar de revolución democrática y limitarse simplemente a oponer el proletariado y la burguesía, pues esta revolución reflejaba un período de evolución en que la masa fundamental de la sociedad se encuentra entre el proletariado y la burguesía, además de constituir un sector campesino pequeño-burgués muy extenso. Arrancar el control de la burguesía, mediante la incorporación de sus reivindicaciones a nuestro programa, a esta “…población campesina y pequeño burguesa gigantesca, [que es] capaz de sostener la revolución democrática, pero no la revolución socialista (Betancourt citando a Lenin en Páginas Escogidas, 56-57).
Carrera Damas (1994) refiere que Betancourt entendió que estas diferencias con la izquierda comunista debía manejarlas con suma habilidad y firmeza. Señala que, en referencia a la mencionada carta de Miguel Otero Silva, en una correspondencia dirigida a los Hermanitos de Betancourt (Raúl Leoni, Ricardo Montilla y Valmore Rodríguez) que la carta de Miguel es “…bastante deficiente en cuanto a doctrina y tan infantil en el aspecto de la táctica que mueve a risa, eso de orientar a los compañeros de Caracas para que organicen obreros y campesinos. En el mismo tono se refiere a otro par de críticos de Betancourt, según Carrera Damas éstos eran Gustavo Machado y Salvador de la Plaza. Con respecto a Machado Betancourt expresó: líder máximo del comunismo venezolano, concilia la revolución con el tango. Mientras que de Salvador de la Plaza confesó que: no había querido contestar sus cartas porque es un modelo de majadería (p.34).
Trasciende el año de 1931, pero continuó la polémica en torno a los alcances del Plan de Barranquilla y su naturaleza ideológica. Los argumentos al respecto mantuvieron, no obstante, un debate interesante que condujo a revisiones cada vez más profundas del programa de Betancourt.
Sin embargo, las radicalizaciones continuaron, así como su profusa agudización en la plana del discurso ideológico. En un frente de la lucha se halla Betancourt respaldado con destacadas organizaciones políticas de la región y cuantiosos amigos, asesores por toda Europa. Y en el otro frente el movimiento comunista, los obedientes a Moscú como incesantemente los catalogó Betancourt en sus escritos y apoyados en un movimiento internacional.
Rómulo Betancourt insistió en la necesidad de conciliar la lucha anti-imperialista en nuestro país, representada en toda forma de capital extranjero. Es decir, para el líder político el principio fundamental del pensamiento marxista, es decir, la lucha de clases, era una idea irrisoria en un país que según aprecia, mantenía a todos los sectores igualmente deprimidos. Para Betancourt el campesino y el pequeño industrial eran, por igual, victimas de los vicios del sistema político tradicional. La izquierda revolucionaria alcanzó niveles de moderación integracionista en un discurso donde los sectores empobrecidos aceptarían a la burguesía como la clase dirigente rectora del destino nacional.
En este sentido, la lucha se centraría entonces sobre el capital extranjero, y no sobre las viejas  estructuras elitescas que mantenían sus posiciones influyentes en todos los sectores de desarrollo,  sobremanera el productivo y el político. Este asunto que rápidamente despierta reacciones entre  sus allegados en el viejo continente. Entre ellos el más reactivo fue sin lugar a dudas, Salvador de  la Plaza. En carta con fecha del 27 de agosto de 1931, Plaza (citado por Carrera Damas, 1994)  analizó en torno a las diferencias y desacuerdos en lo que cada uno concibe como marxismo- leninismo, al tiempo que expuso las diferencias ideológicas que sostenía con respecto a las  proyecciones del Plan de Barranquilla:
El origen de nuestros desacuerdos está en que nosotros aceptamos como marxistas­leninistas, los lineamientos de la Internacional Comunista y ustedes llamándose marxistas, no lo aceptan. Hablemos claro y dejémonos de medias tintas. Es ése el origen de los desacuerdos que existen entre nuestros compañeros del Perú y los apristas tú no intentas revisar la experiencia internacional al enfrentar el programa mínimo del Plan de Barranquilla al programa mínimo de la Internacional Comunista y en toda la página 8 de tu carta te pronuncias contra la acusación de los ultraizquierdistas que ya empiezan a tildarlos de oportunistas, seguidores; sin querer ver que ello es consecuencia lógica de la persistencia de ustedes en poner a la cola y no a la cabeza del movimiento revolucionario, a la clase obrera de Venezuela. Profundiza tu posición y verás como se tambalea bajo tus pies todo el andamiaje que has construido. La plataforma del Plan de Barranquilla no es que sea mínima, timorata, es que no responde a la revolución, no obstante que sea avanzada con respecto a lo que existe hoy en Venezuela, y no responde, porque los dos puntos básicos de la revolución: la lucha agraria y la lucha antiimperialista no se plantean, como no se plantean quiénes y qué fuerzas van a llevar a la práctica esos puntos de la reforma (P.67-68).
Es posible que Betancourt invadido por exacerbados nacionalismos haya obviado, llamándose marxista, algunos preceptos contemplados en el movimiento internacional. O por el contrario, empleó la bandera de la revolución social para la conquista del poder. Recordemos que en palabras de Velásquez y otros que citamos en líneas anteriores, la necesidad de aparecer como parte de la izquierda era un punto favorable en los discursos de quienes aspiraban ascender dentro de la política. Lo cierto es que prontamente se produjo el distanciamiento entre Rómulo Betancourt y algunos compañeros de lucha organizados en el ARDI, debido a las incongruencias que empezaron a divisar entre los propósitos del movimiento internacional y el propio de Betancourt.
En este contexto, Betancourt nuevamente generó contradicciones en perjuicio de su proyecto, pues una vez que discute arduamente en torno al pensamiento de los Lenines del trópico (como denominaba a los comunistas), concilia una especie de militancia en el Partido Comunista de Venezuela. Varios factores pudieron conducir a esta decisión, como lo fueron la crisis del sistema económico capitalista y el frente antifascista de la III Internacional en América Latina, las razones de mayor fuerza que sin lugar a dudas, impulsaron el acercamiento de Betancourt a las filas comunistas. En esos años 30 mientras Betancourt parece debatir (o vacilar) en torno al Plan y su soporte ideológico, gana tiempo con la creación de un nuevo partido político bajo la denominación de Acción Democrática, organización legalizada durante el gobierno del General Isaías Medina Angarita en 1941.
La confrontación entre las proyecciones de Betancourt y los preceptos ideológicos de la izquierda internacional eran evidentes. Al punto que el Plan fue asumido como parte del proyecto personalista de Betancourt y donde quedó expresada su aspiración de consolidar un importante liderazgo nacional. Sus opuestos políticos, le señalaron por querer asumir la unilateralidad de la insurgencia revolucionaria en el país y por generar controversias ad hoc valiéndose, audazmente, de las necesidades socioeconómicas del pueblo venezolano. La bandera política en este caso, lo constituiría el derrocamiento de los caudillos militares tradicionales y la inserción de factores ideológico-políticos revolucionarios como el socialismo. ¿Adaptaciones del socialismo?, ¿Socialismos mimetizados?, ¿Justas transformaciones a nuestra realidad o vivezas de un revolucionario de escaso prestigio para definir cierta personalidad política?
Lo que se presenta a continuación son fragmentos tomados del Plan de Barranquilla, compilado por Suárez (1977). En lo que sigue sólo retpmaremos lo concerniente a las conclusiones y al programa, expuestos por Rómulo Betancourt y los miembros de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI) en marzo de 1931.

La propuesta del plan. A modo de conclusión

Precisados en el orden interno y en las relaciones internacionales los factores determinantes de la situación venezolana hemos suscrito un programa mínimo de acción política y social con vistas a esos factores. Presumen espíritus simplistas, viciados de la tradicional indolencia venezolana para ahondar problemas, que asociaciones cívicas y otros remedios fáciles de la misma índole bastarían para promover en el país un movimiento de dignificación civil. Nosotros con criterio más realista y positivo, nutrido de doctrina y de historia, creemos que la elevación del nivel político y social de las masas no pueden lograrse sino sobre bases de independencia económica. Por eso, hemos articulado nuestra plataforma con postulados de acción social y antiimperialista, trascendiendo resuelta y conscientemente las aspiraciones retrasadas de quienes creen que basta moralizar la administración y reformar cuatro o cinco artículos de la Constitución para que Venezuela comience a realizar su destino de pueblo. Hemos dicho programa mínimo, porque el suscrito hoy por nosotros apenas contempla los más urgentes problemas nacionales y porque el contenido mismo de nuestros postulados de acción es apenas reformista. Consecuentes con un método que repudia la sobreestimación de fuerzas, hemos querido considerar sólo las necesidades y aspiraciones populares que creemos más urgentes. La marcha misma del proceso social nos señalará el momento de poner a la orden del día la cuestión de ampliación y revisión del programa.

Programa
I. Hombres civiles al manejo de la cosa pública. Exclusión de todo elemento militar de mecanismo administrativo durante el período preconstitucional. Lucha contra el caudillismo militarista.
II. Garantías para la libre expresión del pensamiento, hablado o escrito, y para los demás derechos individuales (asociación, reunión, libre tránsito, etc).
III. Confiscación de los bienes de Gómez, sus familiares y servidores y comienzo inmediato de su explotación por el pueblo y no por jefes revolucionarios triunfantes.
IV. Creación de un Tribunal de Salud Pública que investigue y sancione los delitos del despotismo.
V. Inmediata expedición de decretos protegiendo las clases productoras de la tiranía capitalista.
VI. Intensa campaña de desanalfabetización de las masas obreras y campesinas. Enseñanza teórica-industrial y agrícola. Autonomía universitaria funcional y económica.
VII. Revisión de los contratos y concesiones celebrados por la nación con el capitalismo nacional y extranjero. Adopción de una política económica contraria a la contratación de empréstitos. Nacionalización de las caídas de agua. Control por el Estado o el Municipio de las industrias que por su carácter constituyen monopolios de servicios públicos.
VIII. Convocatoria dentro de un plazo no mayor de un año de una Asamblea Constituyente, que elija gobierno provisional, reforme la Constitución, revise las leyes que con mayor urgencia lo reclamen y expida las necesarias para resolver los problemas políticos, sociales y económicos que pondrá a la orden del día la revolución.
Los que suscriben este plan se comprometen a luchar por las reivindicaciones en él sustentadas y a ingresar como militantes activos en el partido político que se organizará dentro del país sobre sus bases.

Rómulo Betancourt
Pedro A. Juliac, Mario Plaza Ponte, Simón Betancourt, Ricardo Montilla, Carlos Peña Uslar, Rafael Ángel Castillo, P. J. Rodríguez Berroeta, Valmore Rodríguez, Raúl Leoni V., Juan J. Palacios y César Camejo.

Referencias bibliográficas
1. Carrera Damas, G. (1994) Emergencia de un líder. Rómulo Betancourt y El Plan de Barranquilla. Caracas, Editorial Fundación Rómulo Betancourt.        [ Links ]
2. Carta de Hermann Nass dirigida a Rómulo Betancourt. 14 de junio de 1935. Archivo de Rómulo Betancourt, Rómulo Betancourt, antología política. Caracas. Editorial Fundación Rómulo Betancourt. Vol. I.        [ Links ]
3. Carta de Rómulo Betancourt dirigida a José Rafael Pocaterra. Barranquilla, 5 de marzo de 1931. Archivo de José Rafael Pocaterra, Vol. II.        [ Links ]
4. Carta de Rómulo Betancourt dirigida a Miguel Otero Silva, julio de 1931. Rómulo Betancourt, antología política. Caracas. Editorial Fundación Rómulo Betancourt. Vol. I.        [ Links ]
5. Feo Calcaño, G. (1975). Perfil político de Rómulo Betancourt. Un hombre llamado Rómulo Betancourt, apreciaciones críticas sobre su vida y su obra. Caracas, Centauro editores, 3era. Edición.        [ Links ]
6. Picón Salas, M. (1964). Betancourt. Política. Ideas para una América Nueva. Revista mensual. Caracas, marzo, nro.32.        [ Links ]
7. Sánchez, L. A. (1975). Venezuela: piedra de toque. Política. Ideas para una América Nueva. Revista mensual. Caracas, Marzo, N° 32.        [ Links ]
8. Suárez, N. (1977). Programas políticos venezolanos de la primera mitad del siglo XX. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello.        [ Links ]
9. Velásquez, R. J. y otros (1980). Betancourt en la historia de Venezuela del siglo XX. Caracas, ediciones Centauro, 2da. Ed.        [ Links ]
Universidad Pedagógica Experimental Libertador- Instituto Pedagógico de Caracas, Torre Docente, Piso
8, N° 802, Av. Paez, Urbanización El Paraíso, Teléfono: 0058-0212-915.8369 (Directo) / 461.6036/ 461.6086/ 461.6121; Ext. 272. Caracas Venezuela

Resultado de imagen para imagen de romulo betancourt

No hay comentarios:

Publicar un comentario