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16 de noviembre de 2018 5:00 am
Rómulo Betancourt solía recriminar a los políticos
venezolanos, porque no leían y menos escribían sus vivencias y testimonios,
pero era especialmente crítico con sus compañeros de partido a quienes
calificaba, a algunos de ellos, como “ágrafos políticos”.
Aunque, la verdad sea dicha, traigo el tema a
colación no a propósito de Betancourt, sino a partir de un escrito que leí en
la página web: Guayoyo en Letras, redactado por Mariela Ferraro a quien no
conozco, pero lo que dice me llamó la atención. Titula su enjundioso artículo:
“Leer qué fastidio”. Allí nos cuenta la tragedia de cómo se ha venido
deteriorando, progresivamente, la capacidad intelectual de las nuevas
generaciones debido al uso excesivo de las redes sociales, con su
reduccionismo exagerado de las noticias y hechos relevantes, que se despachan
con el facilismo de escribir en pocos caracteres y eso induce a leer muy
poco o nada.
La articulista trae en su auxilio, para relievar su
afirmación, ésta cita científica que hiela los huesos: “Estudios culminados
por Ragnar Frisch Centre for Economic Research (Noruega) en 2009,
confirmaron los resultados obtenidos en investigaciones anteriores y concluyeron
que el coeficiente intelectual ha venido descendiendo al menos siete
puntos por generación, desde los nacidos en 1976 y que alcanzaron su edad
adulta a mediados de la década de los noventa. Según los investigadores,
esta disminución tiene su origen en el avance tecnológico que interfiere
en el desarrollo del pensamiento de las nuevas generaciones, con lo que las
causas hereditarias quedan descartadas”.
Ahora sí entiendo por qué han tenido tanto éxito
los laboratorios de guerra sucia del régimen, al lograr su cometido de
convertir mentiras en verdades a través de las redes sociales. Es increíble
observar cómo supuestos opositores no se dan cuenta, por ignorantes, que sus
críticas y denuestos contra otras personas y grupos de su misma tendencia política
es repetida miles de veces por “robots” oficialistas y, lo peor, es que estas
víctimas propiciatorias se solazan en ello. Es el síndrome de Estocolmo,
sufrido ahora no por el secuestrado sino por el tuitero ingenuo e inculto.
Dos hechos me han llamado poderosamente la atención
estos últimos días: las críticas demoledoras e insensibles contra Teodoro
Petkoff al conocer la noticia de su muerte y ver cómo, unos ignorantes supinos,
repetían la perversa afirmación que “había muerto el sanguinario guerrillero que
mató a los guardias nacionales del Tren de “El Encanto”. Cuando todo lector
promedio sabe que ese hecho fue asumido, hace años, por los verdaderos
responsables de ese crimen abominable. El agravio se potencia al ignorar la
inmensa contribución de Teodoro al derrumbe del comunismo soviético, reconocido
hasta por el Presidente del Soviet Supremo, Leonid Brezhnev, quien lo comparó
con el filósofo francés Roger Garaudy en su “antisovietismo”, convirtiéndolo en
referencia mundial del anti stalinismo.
Dígame esa otra infamia deleznable: de publicitar
la lista de Diputados que no votaron por la condena a José Luis Rodríguez
Zapatero, como si se tratara de denunciar a los parlamentarios del Reichstag
que confirmaron a Hitler en 1933. Hay que ser muy ágrafo, para no darse cuenta
del error garrafal de dividir la votación opositora por un hecho tan baladí
como ese.
Y fue baladí la causa de la división opositora, en
estos momentos que reclaman unidad, porque Rodríguez Zapatero ya no cuenta para
nada: primero, porque no hay conversaciones con el gobierno; segundo, porque él
no puede, obviamente, ser facilitador de un diálogo inexistente. Y tercero, no
menos importante, porque se ha descalificado a sí mismo al parcializarse con el
régimen.
Ah, pero sin olvidar que Zapatero milita en el
PSOE, partido en el gobierno de España, donde puede que Maduro tenga amigos,
pero también en ese partido milita Felipe González, acérrimo enemigo del
régimen y el Canciller de ese gobierno es Josep Borrel, quien acaba de declarar
que a partir del 10 de enero Maduro será un gobernante deslegitimado. Además,
Rodríguez Zapatero es un ex Presidente del Estado español y allí se generan
solidaridades automáticas que no convienen a la oposición venezolana. ¿Cuál es,
entonces, el propósito de ese desaguisado contra Rodríguez Zapatero? No
respondamos, para no ahondar más las diferencias necias que se han producido
inoportunamente.
Aunque todo ocurre por una ignorancia supina, de
muchos de nuestros dirigentes, sobre la tradición libertaria y democrática del
PSOE, en combate contra dictaduras de derecha e izquierda desde su fundación,
todo lo cual está por encima de cualquier desviación táctica de algunos de sus
dirigentes. Si los ágrafos se hubiesen enterado del enfrentamiento de Fernando
de los Ríos (¡en 1920!) con el mismísimo Lenin, por causa de la libertad, otra
cosa opinarían.
Terminemos con la demoledora frase del filósofo
Ludwig Wittgenstein, citada por la columnista Mariela Ferraro que no conozco,
pero comienzo a admirar: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi
mente”.
Así que, ágrafos del mundo: lean, por el amor de
Dios, un poco más de 280 caracteres y comenzaremos a cometer menos barbaridades
tácticas y… estratégicas… ¡ni se diga!
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